miércoles, 4 de abril de 2012

Debates actuales

Roudinesco - Onfray

Artículos de Clarín

http://edant.clarin.com/diario/2008/02/11/sociedad/s-03401.htm

http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/psicologia/Discutiendo-Freud-vez_0_486551554.html










Para no leer a Michel Onfray

Por Alejandro Dagfal


Desde hace cuatro meses, un áspero debate se ha suscitado en Francia en torno del último libro de uno de los “enfants terribles” de la intelligentzia parisina. En efecto, el trabajo más reciente del filósofo Michel Onfray (un reconocido iconoclasta que ha empuñado su pluma tanto contra las grandes religiones como contra los propios filósofos) dedica ahora más de seiscientas páginas a criticar el psicoanálisis. Con ese fin, en La fabulación freudiana: el crepúsculo de un ídolo, elabora una rara mezcla compuesta de ataques ad hominem (dirigidos directamente a la persona de Sigmund Freud), argumentos históricos (extraídos del revisionismo norteamericano más furibundo) y recusaciones filosóficas (que ya habían sido enunciadas más dignamente por figuras de mayor peso).  
La particularidad del asunto es que Onfray no se presenta como el típico intelectual de la burguesía parisina, sino como una especie de pensador alternativo, libertario y provinciano, que desde la Universidad Popular de Caen –fundada por él mismo en 2002-, en sus seminarios anuales se dedica a cuestionar los fundamentos de la civilización occidental. Pero lo cierto es que esta tarea, que podría ser loable en muchos aspectos, en este caso puntual termina confundiendo la vulgarización con el ensayo libre, en el que todo vale, y al carecer del más mínimo rigor intelectual muestra su otra cara: la de un formidable emprendimiento mediático y comercial. No puede ignorarse que el libro del que hablamos, pese a sus errores groseros y a sus falsedades manifiestas, ya ha vendido cerca de 150.000 ejemplares. Y su autor ha sabido explotar y amplificar la polémica generada, paseándose por los estudios de radio y televisión que se han hecho eco del escándalo, al mismo tiempo que el periódico Le Monde le ha ofrecido una columna regular.
Es que en un país freudófilo como Francia, afirmar -como lo ha hecho Onfray- que Freud no sólo habría tenido un affaire con su cuñada, Minna Bernays, sino que la habría dejado embarazada para luego obligarla a abortar, resulta francamente escandaloso. Y muchos medios (incluso algunos dedicados a la cultura) han reproducido este tipo de juicios de manera acrítica, sin siquiera notar que, si uno se atiene al relato del autor, el embarazo se habría producido cuando Bernays tenía 58 años... Otro tanto ocurre con la supuesta complicidad del maestro vienés con el nazismo, que no resiste el menor análisis, si se considera que en Berlín, en los años ’30, los libros de Freud eran quemados en la plaza pública, y que él mismo apenas si logró escapar de Viena para exiliarse en Inglaterra, mientras que sus cuatro hermanas murieron en campos de concentración.
Según Onfray, en su “análisis nietzscheano de Freud”, el interés que muestra por la vida personal del médico vienés se basa en la suposición de que la doctrina freudiana no sería más que una respuesta a los problemas de su propio creador: “El psicoanálisis constituye la autobiografía de un hombre que se inventa un mundo para vivir con sus fantasmas” (p. 40). De allí la fascinación inquisidora con la que, usando fuentes secundarias de dudosa veracidad (que ni siquiera son citadas), escruta hasta el más mínimo detalle potencialmente revelador. Pero más allá de este burdo reduccionismo psicobiográfico, el profesor de Caen postula cinco tesis principales, a saber: El psicoanálisis no es del orden de la ciencia. Pertenece al dominio de la filosofía. Es apenas una coartada existencial de su inventor. Su técnica se basa en el pensamiento mágico. No es un movimiento progresista, sino conservador. Hasta aquí, nada hay que no haya sido dicho ya por Pierre Janet, en 1913, o por Claude Lévi-Strauss, en 1949 (por no hablar de los freudo-marxistas o de la Escuela de Francfort). Más que el contenido, entonces, lo novedoso quizás sea el tono del los ataques y la magnitud de su difusión.
Como era lógico, la reacción anti-Onfray no se hizo esperar. En ella han participado la historiadora Élisabeth Roudinesco, el psicoanalista Jacques-Alain Miller y el filósofo Bernard Henri-Levy, entre muchos otros intelectuales destacados que han denunciado las falacias en las que incurre el libro en cuestión. Roudinesco, particularmente, rápida de reflejos, compiló un pequeño trabajo intitulado ¿Pero por qué tanto odio?, que sitúa el texto de Onfray en la estela del Libro negro del psicoanálisis. Allí afirma que, “al inventar hechos que no existen y al fabricar revelaciones que no son tales, el autor de esta imputación favorece los rumores más extravagantes”. “Por esta vía, pronto se nos dirá que Freud golpeaba a su ama de llaves, sodomizaba sus animales domésticos o cocinaba al horno a los niños pequeños”. “Cuando es sabido que, en Francia, ocho millones de personas son tratadas con psicoterapias derivadas del psicoanálisis, resulta evidente que una operación semejante está ligada a una voluntad de hacer daño”.
A guisa de respuesta, en su blog personal, Onfray ha acusado a Roudinesco de dirigir una suerte de “milicia freudiana” que desde hace un cuarto de siglo, valiéndose de la intimidación y la manipulación, ha “criminalizado el pensamiento libre”, ha “detenido toda la producción histórica sobre la cuestión del psicoanálisis” y le ha “impedido el acceso a los medios”, con el fin de mantener “la tiranía de la leyenda”. Miller, por su parte (yerno de Lacan y fundador de la Asociación Mundial de Psicoanálisis), afirma que “es larga la cohorte de filósofos franceses inspirados por el psicoanálisis”. “Todos ellos sutiles”. “Pero Onfray no abreva en esas aguas”. “Esclarecido, según él, por la escuela de esos militantes llamados revisionistas, que desde hace veinte años retratan a Freud como a un mal tipo que engañó al mundo, se convierte en su émulo”. “En esta línea, el trabajo pretende reconstruir la vida sexual de Freud”. “Marido incestuoso, amante incestuoso, padre incestuoso; es asombroso que no se lo acuse también de haber sido pedófilo”.
¿Pero cómo comentar calumnias de este tipo sin contribuir al éxito editorial de la obra que las contiene? ¿Cómo hacer para no dar aún mayor consistencia a una empresa tan estrafalaria como lucrativa, cuya suerte depende justamente de su difusión? El título de este artículo da una pista sobre cuál es nuestra intención en ese punto. Si en 1969 el libro de Althusser Lire Le Capital fue publicado en castellano con el título Para leer El capital, como si se tratase de una guía para acceder a esa obra de Marx, en este caso, por el contrario, “Para no leer a Michel Onfray” pretende ser apenas una síntesis que permita prescindir de la lectura del filósofo francés. Pero no con un fin oscurantista, cercano a la censura, sino porque la crítica de Onfray, después de todo, ni siquiera es digna de ese nombre.
En realidad, el psicoanálisis -tanto en el nivel de la teoría y la práctica clínica como en el de sus instituciones- reclama y merece un debate sin concesiones y una crítica profunda. La ritualización de ciertos principios y la cuasi-sacralización de Freud y de Lacan, por citar algunos nombres que nos son familiares, no se condicen con una doctrina que, permanentemente, debería conmover certezas y cuestionar idealizaciones, empezando por las de sus propios practicantes. En ese sentido, la historia, la filosofía y la antropología, entre otras disciplinas, han hecho -y pueden seguir haciendo- grandes contribuciones para el esclarecimiento de uno de los sistemas de pensamiento que más han marcado la subjetividad occidental a lo largo del último siglo. Sin embargo, la campaña difamatoria de Onfray, entre su mala fe y sus argumentos de segunda mano, no está a la altura de estos desafíos. Por eso, si de leer a filósofos franceses que se han ocupado críticamente del psicoanálisis se trata, más vale remitirse a los originales, de Politzer a Merleau-Ponty, de Sartre a Foucault y de Deleuze a Derrida. Ellos dejaron una obra perdurable, que los excede, a diferencia de Onfray, quien, en caso de persistir en sus desvaríos mediáticos, probablemente será más recordado por sus extravagancias (como su culto del “hedonismo solar”) que por la calidad de sus numerosos escritos. Como declaró recientemente Bernard Henri-Levy a propósito de todo este revuelo: “El psicoanálisis, que ha conocido días peores, lo superará. No estoy seguro de que Michel Onfray pueda hacer otro tanto”.

El autor es doctor en historia, licenciado en psicología e investigador del Conicet.

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